viernes, 15 de mayo de 2020

ÉTICAS FORMALES. LA ÉTICA KANTIANA

A lo largo de la historia de la filosofía la mayoría de las éticas propuestas han sido materiales. Estas nos decían qué es una vida buena y con qué acciones logramos alcanzar esta vida: beber con moderación, dedicarnos al estudio y al conocimiento, rodearnos de amigos...Las éticas formales, por el contrario, no hacen nada de esto, no nos señalan un bien concreto que deba ser perseguido, ni qué acciones ejecutar. En su lugar se centra en la forma de la acción. Pero ¿qué es eso de la forma? Para explicarlo nos centraremos en la ética kantiana, uno de los ejemplos más famosos de ética formal y en su obra la Fundamentación de la metafísca de las costumbres.


     Pues bien, como todo lo que hizo este genio de la filosofía, su ética fue también bastante novedosa. Kant había observado que las éticas materiales tenían una serie de importantes defectos.

     El primero era la propia definición del bien. Algunos opinan que el bien consiste en la sabiduría, otros en rodearse de amigos; pero, según Kant, no hay bien alguno que no pueda ser insertado en una secuencias de acontecimientos que no lo haga dejar de ser bueno. Por ejemplo, la inteligencia parece un bien; pero si la usamos para realizar maldades ya no es tan buena.  En otras palabras, "no hay nada bueno sin excepciones", que diría Kant. Aunque él dijo: "no hay nada bueno sin execepciones excepto una buena voluntad"; pero ya trataremos el final de la frase más adelante. De momento quedémosnos con la idea de que, según Kant, las éticas materiales están condenadas al fracaso porque es imposible señalar nada que siempre sea bueno.
     El segundo inconveniente de las éticas materiales es que están basadas en imperativos hipotéticos del tipo "si quieres B, haz A". esto parece raro; pero no hay que desesperarse. Es más fácil de entender de lo que parece a primera vista.
Un imperativo es una orden, un mandato. De hecho, el modo verbal imperativo es aquel que usamos para dar órdenes y hemos visto que la ética emplea imperativos, pues nos dicta lo que debemos hacer. Pero también hemos estudiado que las éticas materiales establecen que hay que realizar ciertas acciones porque nos acercan a lo que previamente hemos establecido como bien. Por ejemplo, si establecemos la felicidad más alta a la que podemos aspirar es a la sabiduría, uno debería estudiar; si establecemos que el bien más sublime es la unión con Dios, deberíamos respetar sus mandamientos. Es decir "Si queremos B, hacemos A". Para hacer A es necesario que se dé al hipótesis de querer B, pues realizamos ese acto y no otro porque es el medio para obtener B. Ahora bien, ¿qué ocurriría si yo quisiera ir a infierno o no aprecio la sabiduría sino la vida ociosa y placentera de mi perra?

     Claramente no parece que tuviera muchas razones para dedicarme al conocimiento.

     Kant buscaba una ética universal cuyos preceptos no estuvieran sometidos a hipótesis ni a que se dieran determinadas circunstancias particulares, sino que sintiéramos la necesidad de cumplir sus imperativos tan solo por reconocer que son los dictados de nuestra razón. Y ahora volvemos a aquella frase que dejamos a medio explicar. "Nada es bueno sin excepciones excepto una buena voluntad". El valor moral de nuestra conducta no está en los hechos que realicemos, sino en la voluntad, en su forma ¿Y qué es la forma de la voluntad? Lo que la ha movido a actuar, una buena voluntad es aquella que actúa movida por lo que su razón le marca como deber y hace esto sin buscar ningún otro objetivo. lo hace solo porque la idea de deber le inspira tal respeto que siente la obligación de acatarlo. Esta voluntad actuaría por imperativos categóricos del tipo "Haz B". Aquí ya no hay condiciones no se hace B para conseguir A, sino por sí mismo por respeto a la idea de deber.

     Según este criterio, Kant distingue tres tipos de acciones:
     - Contrarias al deber
     - Conformes al deber
     - Por respeto al deber
     Una acción es contraria al deber, como su propio nombre indica, si realiza lo opuesto a lo que mi razón dicta que es mi deber. En mi caso, en lugar de dar de comer a mis hijos, me gasto el dinero en ir de tiendas. Esta acción sería moralmente mala.
     Una acción conforme al deber es aquella en la que cumplo con mi deber pero no por el respeto que este me inspira, sino por algún otro tipo de interés o de inclinación particular. Por ejemplo, les doy de comer a mis hijos no porque sienta que es mi deber sino porque me entretiene cocinar. No es que este mal la acción, pero tampoco tiene valor moral, ya que lo que persigue no es cumplir con mi deber sino mi propio entretenimiento. La alimentación de mis retoños sería un instrumento para evitar el aburrimiento.
     Finalmente están las acciones que sí tienen valor moral. Las que se hacen por respeto al deber, sin ninguna consideración más que el de cumplirlo. En este ejemplo, a pesar de lo pesado que es plantear cada día un menú sano, de que no me gusta cocinar por obligación...Sigo alimentando a mis hijos cada día porque es mi deber.

     Viendo la acción que una persona realiza es difícil muchas veces saber si esta tiene o no valor moral, porque lo importante no son los actos realizados sino lo que ha movido a la voluntad. Pero, en cualquier caso, solo con las últimas, según Kant, tratamos a la humanidad como fin en sí misma y no como medio para otros intereses, ya que la acción no busca ningún beneficio particular, sino ser realizada porque nuestra razón nos muestra que ese es nuestro deber. Y, finalmente, solo así somo autónomos, pues actuamos guiados no por el miedo, por el egoísmo o por las convenciones, sino por lo que la razón nos dicta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario