jueves, 26 de octubre de 2017

El apriorismo Kantiano

   

     Ya hemos visto que nuestro pensamiento es simbólico y que en él usamos conceptos. Pero ¿cómo llegamos a construir juicios o afirmaciones que reflejen la realidad? ¿Cómo llegamos a elaborar el conocimiento? Ésta es una pregunta clásica de la epistemología a la que durante el s.XVII y XVIII contestaron racionalistas y empiristas. Estas dos escuelas se diferenciaban fundamentalmente en el valor que les daban a los sentidos.
     Para los empiristas (como el escocés Hume), el conocimiento empieza y acaba en los sentidos. Es decir, nuestra mente nace como una pizarra en blanco donde la experiencia va escribiendo. Obviamente, no hay una experiencia común a todas las personas por lo que no hay ideas universales. Además, si debemos siempre remitirnos a las experiencia para hablar de conocimiento, ideas tradicionales de la filosofía como Dios, alma, libertad, no nos darían conocimiento, ya que no hay experiencia a su base. Esto no significa que Hume fuera ateo, ya que tampoco hay una demostración de la no existencia de Dios.
     En cuanto a los racionalistas (Descartes, s. XVII), ellos opinan justo lo contrario: no hay que fiarse de los sentidos ¿Cuántas veces no nos han engañado, hemos creído ver a alguien que no estaba allí o, simplemente vemos moverse el sol en su ocaso cuando sabemos que no se mueve? Si en tantas ocasiones nos ha mentido, es lícito sospechar de ellos y no tenerlos en cuenta para alcanzar la verdad. Debemos guiarnos únicamente por la razón. Otra diferencia que sostienen respecto a los empiristas es la creencia en la existencia de ideas innatas, es decir ideas que tenemos por el hecho de ser hombre y que, por tanto, son comunes a todos, esto es, son universales.
     Esta disputa tuvo, sin embargo, su fin con la aparición de una obra revolucionaria y una de las más importantes en la historia de la filosofía: Crítica a la razón pura (1781), escrita por Kant quien ofrece una visión nueva del problema y, hasta cierto, punto conciliadora.
     Según Kant, para que exista el conocimiento deben haber fenómenos y conceptos. Los fenómenos serían la información que recibimos a través de la sensibilidad y junto con los conceptos son necesarios para que haya conocimiento. Pues dice kant que los fenómenos sin conceptos estarían ciegos y los conceptos sin fenómenos vacíos. Expliquemos esto un poco. Si un extraterrestre aterrizara en la Tierra y pudiera ver como nosotros lo hacemos, aun así no sabría lo que estaría viendo, no tendría conocimiento alguno de nuestro mundo porque le faltarían los conceptos. Pero, a su vez, los conceptos por sí solos no bastan ya que necesitamos un referente en la experiencia. Por mucho que nos hablen del hígado, sólo alcanzamos a comprenderlo cuando lo vemos funcionar.
     Ahora bien, si al recibir los fenómenos lo hacemos a través de nuestra sensibilidad, al hecerlo le aplicaremos las formas puras de ésta, es decir las formas que tiene mi sensibilidad por el hecho de ser una sensibilidad humana. Estas formas son el espacio y el tiempo. Un ejemplo un poco burdo pero, tal vez, ilustrativo sería el siguiente: imaginemos que he nacido con unas gafas de cristales amarillos incrustradas en el cráneo. Todo lo que yo viera sería de color amarillo. Ahora bien, como soy una chica lista y hay distancia entre los ojos y el cristal, al observarlo me daría cuenta de que es amarillo y sospecharía que tal vez yo todo lo veo amarillo por culpa de mis gafas. Sin embargo, tampoco podría afirmar que el mundo no sea amarillo, igual el tinte de mis gafas no aporta nada porque el mundo es amarillo. Tendría que poder quitarme las gafas y, sin embargo, es imposible.
    Por su parte, el entendimiento ordena y conecta los fenómenos a través de conceptos para completar el conocimiento. Nosotros no percibimos fenómenos aislados, los agrupamos bajo un concepto y conectamos unos conceptos con otros mediante otros conceptos, así tenemos el conocimiento. Respecto a los conceptos, Kant distingue dos tipos: a posteriori, aquéllos que obtenemos  a través de la experiencia mediante y a priori. A estos últimos los llama también categorías y son conceptos que nuestro entendimiento porta, digamos, de serie, con los que inevitablemente tenemos que pensar el mundo, como, por ejemplo el concepto de causalidad: para cualquier suceso o ser buscamos una causa; tampoco podemos pensar la contradicción, esto es que algo sea y no sea a la misma vez y en el mismo sentido: Sin embargo, nuevamente podemos preguntarnos si el mundo responde a estas categorías o simplemente es que no podemos pensarlo de otra manera.
     En definitiva, a partior de Kant el mundo como tal (entiéndase como él es en sí mismo, noúmeno lo llamaba Kant), con independencia de nuestro conocimiento, se convierte en una incógnita porque sólo podemos saber cómo lo conocemos. Y, algunos de las más importantes ideas del ser humano, como la libertad, Dios o el alma, son también una incógnita ya que no hay fenómeno a su base. Aún así Kant las rescata como postulados de la razón. Ideas que debemos postular que tienen una base real, que existen, pues nos son necesarias ¿Cómo sería posible la ética si no somos libres?



     ACTIVIDADES:

2. Lee el siguiente texto y contesta a las preguntas:
    "Hay además otra cosa que se desprende por primera vez claramente de la filosofía de Kant, y es que el mundo no tiene realidad; es que ese espacio y ese tiempo y ese principio de causalidad no existen fuera de nosotros tal como nosotros lo vemos, que pueden ser distintos, que pueden no existir...
- Bah. Eso es absurdo -murmuró Iturrioz-. Ingenioso si se quiere, pero nada más.
- No; no sólo no es absurdo, sino que es práctico. Antes para mí era una gran pena considerar lo infinito del espacio; creer el mundo inacabable me producía una gran impresión; pensar que al día siguiente de mi muerte el espacio y el tiempo seguirían existiendo me entristecía, y eso que consideraba que mi vida no es una cosa envidiable; pero cuando llegué a comprender que la idea del espacio y del tiempo son necesidades de nuestro espíritu, pero que no tienen realidad; cuando me convencí por Kant que el espacio y el tiempo no significan nada, por lo menos que la idea que tenemos de ellos puede no existir en nosotros, me tranquilicé. Para mí es un consuelo pensar que, así como nuestra retina produce colores, nuestro cerebro produce las ideas de tiempo, de espacio y de causalidad.Ya no sigue el tiempo, ya no sigue el espacio, ya no hay encadenamiento de causas. Se acabó la comedia, pero definitivamente. Podemos suponer que un tiempo y un espacio sigan para los demás. ¿Pero eso qué importa si no es el nuestro, que es el único real?
                                                             (El árbol de la ciencia, Pío Baroja)

1. ¿En qué da Kant la razón a los empiristas y en qué a los racionalistas?
2. ¿Por qué dice el personaje que "acabado nuestro cerebro, se acabó el mundo"? Haz una lectura Kantiana de sus palabras.
3. Intenta pensar qué consecuencias ha podido tener el pensamiento kantiano sobre nuestra visión de la ciencia. (Recuerda que no importa si han sido ésas efectivamente como la forma en que lo razones).

No hay comentarios:

Publicar un comentario